(en La obra de Campo Baeza)
La teoría y la práctica en la arquitectura siempre han tratado de conciliar un solo aspecto, aquel en el que la primera no pase desapercibida por ser intangible, o bien en la que “lo construido” comprenda un trasfondo analítico, un sentido crítico. Sin embargo, jamás, como en los últimos años, ha resultado tan difícil apreciar claramente el valor de la arquitectura con un respaldo ideológico coherente con su producción construida.
En este marco, la obra y el pensamiento del arquitecto español Alberto Campo Baeza destacan por su claridad de contenido y gran coherencia entre ambas, en torno a un contexto que cada vez se rige más por la iconografía y lo ornamental
(1). La arquitectura de Campo recae en la sencilla definición de lo esencial: fragmentos de ideas que se consuman en obras y proyectos constituidos por diversos factores ya practicados en la profesión, como son la función, el contexto, la construcción o la composición, pero particularmente articulados por esa transformación de la idea a lo construido y muy bien dispuestos, compuestos, en un estilo formal limpio y sencillo. Debemos valorar el lugar que ocupa la obra y pensamiento de Campo Baeza para poder distinguir entre lo iconográfico y ornamental y lo puro y monumental, toda vez que parece sencillo afirmar que la relación teoría-práctica funciona casi poéticamente pero resulta difícil saber si dicha relación adquiere otro carácter al introducir el factor humano en toda esta correspondencia.
En principio, Campo Baeza define arquitectura como la idea construida. Así, pensar es idear construcciones en tanto construir es ‘levantar’ ideas (2). De esta manera, el proceso que constituye a la arquitectura es la transformación del pensamiento en lo construido, toda vez que el ser humano debe ser considerado en todo momento el centro de esta serie de ideas construidas. Justamente, en tanto la arquitectura es creación humana y el ser humano es imperfecto, la arquitectura también lo es; es así como este grado de imperfección fortalece a todo lo que rodea a la arquitectura, desde su concepción hasta su realización. La arquitectura debería basarse en crear y pensar el crear siempre en torno a lo que hacemos y a lo que se desarrolla a lo largo de nuestra existencia en nuestro entorno. Las ideas construidas deben - en el fondo y representadas como arquitecturas - articularse y producirse para que los seres humanos puedan vivir en ellas.
Construir, en este contexto, va más allá de hacer tangible o dar vida física a un proyecto. Construir es edificar el lugar según Heidegger (3). La delgada línea que separa a cualquier construcción y a la obra de un arquitecto, según Campo Baeza, radica en el trasfondo ideológico que los arquitectos tienen y su capacidad culta para manipular elementos tales como la luz. Habitar y edificar, o construir en este sentido, toman significados similares a los que hablaba Heidegger: el hombre existe habitando y por tal motivo edifica(4).
De esta forma, el acto de construir además implica que las ideas permanecen y que articulan concretamente todos los elementos de los proyectos a pesar de que estos queden sólo en el papel o modelo. Así, la construcción pasa de un acto banal a uno de respeto y se encuentra estrechamente relacionada con el quehacer diario de los seres humanos. Construir es, entonces, la manera en que la arquitectura se hace presente en la vida humana y por tanto se vuelve trascendente para los que la viven.
De esta forma, la arquitectura –la idea construida - puede ser definida como un proceso esencial. En la obra de Campo Baeza, ésta se articula mediante el diálogo entre gravedad, que representa el espacio, y la luz, que es el tiempo (5). Ambos aspectos, el espacio y el tiempo, definen cómo y cuándo el hombre habita y construye en el mundo; la consecuencia radica en el manejo preciso de ambos elementos, es decir, lo esencial. Lejos de una auto-clasificación, Campo refiere a su utilización de dichos elementos en un resultado de formas elementales, producto de la traducción de las ideas - de una purificación compositiva e ideológica - y no de formalismos. Así, el español pretende alejarse de lo superfluo que representa una gran cantidad de producción arquitectónica actual, fundamentada, de acuerdo a su punto de vista, en el ornamento en el sentido que Loos denunció en “Ornamento y Delito” ya hace más de un siglo. Ya que lo esencial de la idea construida radica en el diálogo entre gravedad y luz, la obra del arquitecto es producida fiel y coherentemente con su pensamiento, esto es “más con menos”(6).
El nivel de abstracción y pureza en sus proyectos llega al límite de su pensamiento, o a su cumbre si así es visto, sobre lo que la arquitectura debería ser a pesar de que en todo momento resulta coherente la relación entre teoría y práctica. Primordialmente, las obras de Campo Baeza parecen adquirir un carácter monumental, de permanencia prolongada. Esto es además reafirmado por el empleo de “lo blanco” para denotar pureza, esencialidad, limpieza y sencillez. Podríamos comparar aquí dos proyectos de Jorn Utzon con la obra de Campo Baeza; el primero, la serie de casas Kingo en Dinamarca que mantienen un lenguaje muy relacionado al ser humano y distan de ser monumentales o pretenciosas; por otra parte, la iglesia de Bagsvaerd en Copenhague, busca ser monumental, espectacular, espiritual, ya que es, a fin de cuentas, una iglesia. Lo cierto es que la gente que habita estos lugares, quienes los emplean y viven de ellos, parece tenerle un respeto especial y, por tanto, resulta que los espacios son casi intocables. El mismo Pizza en su ensayo introductorio a la monografía de Campo hace cuestionamientos sobre lo abstracto y su conexión o separación con el objeto arquitectónico en la obra del arquitecto español (7) al grado que resulta interesante que toda la articulación de su pensamiento, la realización de su obra y el empleo de sus espacios se conjunten en esta serie de ideologías y acciones un poco caóticas. Entonces, ¿qué tan puros pueden deben ser los espacios para ser habitables y que no adquieran una escala de monumentalidad? ¿Qué tan esencial se torna la arquitectura cuando la pureza y la blancura de los espacios no se trasladan a espacios tan íntimos como hogares y más bien permanece y resulta coherente en espacios de mayor magnitud y de carácter público?
Finalmente, debe notarse que el pensamiento y la obra de Alberto Campo Baeza guardan una serie de correspondencias coherentes, sin tendencia a nuevas modas y manteniendo siempre un estilo personal puro y bien fundamentado, Pero si para Campo la arquitectura culta, como la suya, es difícil de explicar pero debería ser fácil de entender, la base de sus proyectos quizá dista mucho de lo que la gente entiende de ellos. O de otra forma, la transformación de las ideas construidas representa un paso complejo del que tenemos que aprender y continuar practicándolo. Debemos, por tanto, siempre intentar que la teoría y la base se trasladen correctamente a la idea construida, o al menos de la manera más apropiada, para intentar aportar una forma de permanecer, como el Panteón Romano, coexistiendo con el habitar y no dejándolo fuera ya que es esencial para los seres humanos.
DDM_Méx/2009
Fuentes de información
· Campo B., Alberto. La idea construida. Universidad de Palermo-Argentina, Editorial Nobuko. España, 1999.
· Alberto Campo Baeza. Editorial Gustavo Gili. España, 1999. 173pp.
Pizza, Antonio. The Quest for Abstract Architecture: Alberto Campo Baeza. Ensayo publicado en Alberto Campo Baeza. Editorial Gustavo Gili. Tr, de Paul Hammond. España, 1999. P. 23.